martes, marzo 02, 2010

Nuca

Yo miraba esa nuca, y juraba que la había visto en algún lado. Trataba de concentrarme en el sudoku, pero a cada rato tenía que volver a mirar como ese cuello largo y fino devenía en la esfera de esa cabeza erguida, congraciándose con el ángulo que formaban sus hombros y el pelo rubio rojizo, tomado imitando descuido hacia el lado, dejando entrever esas vértebras que se perdían en ese solerito cyan que combinaba a la perfección con su pelo.
No me decían nada las pecas de sus hombros; ni los brazos cruzados con impaciencia; ni el bolso enorme que colgaba sobre sus caderas, tratando de disimular un culo que se adivinaba pequeño y turgente. No podía leer nada, tampoco, en la parte de atrás de sus rodillas, ni en los gemelos delicados, ni en los pies cansados rematados en alpargatas de yute. No sabía nada de ella. Nada, excepto que conocía su nuca.
La desesperación real empezó cuando estuve seguro de haber agotado todas las posibilidades. Porque no es que uno ande recordando nucas así como así. Pensé en colectivos, otras colas de bancos, e incluso en alguna amante anónima. Y nada. Ella no estaba en ningún lado tangible, pero era innegable que estaba. Ahora esperaba impaciente que mirase a algún costado, para poder entrever su cara. Tosí, incluso, buscando llamar su atención. Y nada, sólo su nuca, tan familiar.
Llegó a la caja, hizo sus trámites, y encaró hacia la salida. Y al fin pude ver su cara. Una cara bonita, es cierto, pero tan ajena a mí como el resto de ella que no era su nuca. Descaradamente la miré fijo, no queriendo irme de allí con la duda encima. Cruzamos miradas, y ella rápidamente miró hacia otro lado, impostando molestia. Le salió bien natural, lo cual era esperable, siendo ella una chica de solerito y alpargatas. Apuró un poco el paso, haciendo que el sonido del yute contra las baldosas enceradas sonara aún más desatinado, y, un instante después, haciendo que el silencio d sus pasos deteniéndose abruptamente sea más notorio.
Me di vuelta, con curiosidad refleja, y ahí la ví, parada, mirándome con extrañeza. Su mirada me pregunto quién era yo, y no supe que responderle, más que devolverle la pregunta. Abrió la boca como para deicr algo, se dio media vuelta y se fue.

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