jueves, diciembre 10, 2009

Asedio

Aún sabiendo la apacibilidad de su trato,
asedié con mis atalayas de miedo sus castillos de encanto.
Posicioné mis legiones, corté sus defensas.
Aprisioné entre mis manos sus ríos,
Y coaccioné mis espías.

Me introduje inevitable en la tranquilidad de la villa,
degoyando pastores y violando labriegas.
Prometían mis tropas acabar con el odio, sembrando la pena,
Hacían campaña a los que ya no veían.

Quemóse sin prisa la ciudad de su risa,
Ataviados de culto los habitantes suicidas.
La lluvia apagó las brasas, el viento esparció las cenizas;
Se me iba de a poco el sabor a conquista.

Y, ya solo, rey del silencio manchado de ausencias
me erigí en pie de lider frente a los soldados.
Y mudas mis voces, no la dijeron;
Entendiendo al final que la había matado.

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