Asedio
Aún sabiendo la apacibilidad de su trato,
asedié con mis atalayas de miedo sus castillos de encanto.
Posicioné mis legiones, corté sus defensas.
Aprisioné entre mis manos sus ríos,
Y coaccioné mis espías.
Me introduje inevitable en la tranquilidad de la villa,
degoyando pastores y violando labriegas.
Prometían mis tropas acabar con el odio, sembrando la pena,
Hacían campaña a los que ya no veían.
Quemóse sin prisa la ciudad de su risa,
Ataviados de culto los habitantes suicidas.
La lluvia apagó las brasas, el viento esparció las cenizas;
Se me iba de a poco el sabor a conquista.
Y, ya solo, rey del silencio manchado de ausencias
me erigí en pie de lider frente a los soldados.
Y mudas mis voces, no la dijeron;
Entendiendo al final que la había matado.
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