martes, septiembre 22, 2009

Tener y Hacer

Yo no sé si lo que voy a decir es una de esas obviedades que ya todos tenían clara y voy a quedar como un pelotudo al comentarlo, o hice un descubrimiento iluminador que me va a transformar en un profeta de nuestra era.
La cosa es que entendí algo hermoso del lenguaje humano. Diría castellano, pero una de las cosas hermosas es que la misma regla aplica también en el inglés. Y la cosa, así más en concreto, es que la diferencia semántica entre “Tener Sexo” y “Hacer el Amor”, no es casual, así como no lo es entre “Have Sex” y “Make Love”.
En que consiste esto; tener es un verbo de mierda. Uno tiene las cosas temporalmente, y en la constitución de la acción no hay implícito nada más que presente. Uno tiene hambre, dinero, necesidades. Una vez que el hambre se sacia, el dinero se gasta y las necesidades se satisfacen, el “tener” pasa y no deja huella. Y así con el sexo. Tener sexo no es más que una transitividad que se enmarca muy claramente en un tiempo determinado. Nada del otro mundo.
En cambio, hacer es uno de los verbos más hermosos del lenguaje. Primero, porque es la imagen misma del deseo de trascendencia, y de la noción de posteridad. Cuando una hace, se proyecta; hacer implica una finalidad futura. Uno hace la comida pensando en comer en un rato, aunque tenga hambre ahora. Y el cocinar no es un placer en sí mismo, si no que es placentero proyectándonos en el deguste de esas especias e ingredientes que vamos usando.
¿Se entiende para donde voy, no? No es nada complicado, yo creo. Tener sexo es egoísta y pasajero; es una necesidad higiénica. En cambio, hacer el amor es una proyección en donde el acto sexual no es más que un proceso necesario. Lo importante de hacer la comida no es la cocción, sino que es el encontrarse en derredor de la mesa
Así como cuando uno “hace la comida”, “hace un rascacielos” o “hace huevo”, una vez que uno termina de hacer, obtiene alimento, un edificio o tiempo desperdiciado, cuando uno termina de hacer el amor, obtiene amor. El amor está entonces en ese tiempo post orgasmo, en ese momento donde el haber tenido sexo sació nuestras necesidades físicas de tacto, lubricidad y compañía humana, lo que nos queda es el amor puro. La sensación de querer abrazarse sin lascivia, la comodidad absoluta con la desnudez de cuerpo y alma. Uno sabe, una vez que el sexo acaba, si eso fue tener sexo o hacer el amor. Cocinar o hacer la comida. Pelotudear o hacer huevo.
Hay que ver si una vez que el orgasmo corta la acción frenética y animal, lo que nos queda es una sensación de bienestar compartida, o unas ganas de darnos vuelta y dormir por nuestra cuenta. Si vamos a quedarnos con las necesidades satisfechas, tratando de recuperar la individualidad, o vamos a aprovechar el momento de levitación de la mundanidad para, por fin, conectarse realmente con la otra persona.

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