sábado, enero 26, 2008

Medias Tintas

Lo que pasa es que yo, más allá de todo, soy un tremendo pelotudo. ¿Cómo se puede esperar realmente que las cosas se den como uno quiere, si uno sabe que como dramaturgo de la vida real es un zapato, y que cuando las cosas funcionaron bien, nunca fue como uno creía?

Uno espera que la semiótica corporal sea esclarecedora y contundente. Casi una guía que se base en contar segundos de sonrisas y narices fruncidas para llegar a un porcentaje rotundo de los sentimientos de la otra persona. Pero es imposible no caer en el desconsuelo ingenuo al ver que del otro lado nos devuelven la caligrafía más desprolija y desinteresada del mundo.

Y uno se desgañita pensando si ese firulete rozado, esa coma de miradita casual, ese punto y aparte de beso en la mejilla son lo que nosotros leemos, realmente. Y pensamos si la mala caligrafía es un descuido indiferente o una treta preparada para que nos compliquemos leyendo un mensaje que, en realidad, no es tan importante.

Y yo digo que soy un pelotudo, porque ando por ahí buscando un imposible, parece. Todo el mundo busca tomos bellos y adornados, con tapas de cuero repujado. Y de changüí reciben folios prolijamente impresos. Y a veces, incluso, entretenidos de leer.

Yo busco una buena historia, y con caracteres claros. No me importa si tengo que leer de fotocopias, o imprimirme el PDF. Y el noventa por ciento de las veces el tóner se está acabando, o la impresora se traba.

Creo que no es mucho pedir saber dónde termina la A que yo quiero leer, y dónde empieza la B que vos no te animás a decir.



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2 comentarios:

theremin dijo...

Ahhh la complejidad de las relaciones humanas...

estas enojado my darling...
ya va a pasar, ya va a pasar.

La de Mameluco dijo...

UY!Como estamos eh? Cuanto más desprolija sea la caligrafía no es por desgano sino por ansias de escribir lo más rápido posible lo que uno tiene en mente en ese momento, para que no se vaya y, capaz, no nos animemos a decir