domingo, enero 20, 2008

Vuelo N3438

Guillermo Mandelbrot había llegado al aeropuerto cuando todavía faltaban 15 minutos para que el avión que traía a Ana Andino colisionara trágicamente contra la pista de aterrizaje del aeropuerto. Claro que todavía él no lo sabía, así como Ana, paralelamente, ignoraba el hecho de que esos maníes salados que comía eran la última cosa que comería en su vida.

Guillermo se sentó en el café del aeropuerto y se pidió un café. Le puso medio sobre de azúcar, aunque el médico le había indicado tomar edulcorante. Mientras lo tomaba, miró el cartel que le habían dado en la empresa, y se preguntó si “Andino” no llevaría H. después se acordó que Lucrecia, la chica que hacía los carteles (entre otras muchas funciones que realizaba, funciones que la habían hecho imprescindible en la empresa) era muy aplicada y los hacía a consciencia, por lo que dudaba que se equivocase tan banalmente, por lo que descartó sus dudas.

Terminado su café, Guillermo se levantó de su taburete, se desperezó todo lo que pudo sin estirar demasiado el saco negro que la empresa le daba a los choferes, y sin llamar la atención de los pasajeros que podrían tomar como una mala publicidad para Taxis Corintios el ver a uno de sus choferes haciendo esos gestos tan propios de quién no ha dormido bien.

Una sirena comenzó a sonar, y por los parlantes anunciaron el terrible accidente. Cuando Guillermo escuchó el número del vuelo que había quedado repartido por el suelo, comprendió que Ana no tomaría su reserva, por lo que él tenía toda la tarde libre. Tal vez iría a tomar un helado; pero dejó abierta la posibilidad de ir al parque a estirar un poco las piernas y ver a los niños jugar.

Después de todo, el sol brillaba y la primavera estaba empezando con ganas.

6 comentarios:

La de Mameluco dijo...

ya se que no tienen ningun compromiso afectivo ni nada que los una, pero ni un nudito en la garganta se le formo??? Mirá si era el amor de su vida, o su hermana perdida... Bueno, capaz yo hubiese hecho lo mismo, pero no justamente hoy, después de leer esto que estoy hipersencible.... Me voy a buscar a Ana!!! Mirá si la encpntramos con vida y resulta que Guillermo la dejó sola????

Anónimo dijo...

Me encanta el apellido del chofer: Mandelbrot. El punto de inflexion entre caos y calculo fue estudiado por un matematico del mismo apellido.
Supongo que Ana Andino hubiera llamado a otra empresa de Taxis si conociese de antemano su reaccion.

guayi dijo...

La compañía de taxis hizo su cometido, solo que se fue un poco temprano...
en ese caso que se hace se llora por aquello del consiente colectivo, o se sigue tal cual suceso leído en el periódico...porque si a ver vamos cuantos no se mueren a diario y los vemos hasta por la tele en directo y seguimos comiendo la cena...

Calei dijo...

Definitivamente el sr. Mandelbrot le hacía pésima publicidad a la empresa.

Ana Ortiz dijo...

me corrio un escalofrío... que hielo era ese hombre.

Susana Peiró dijo...

Un final inesperado, un hombre adaptado a su medio.

Un relato distinto, lo he disfrutado.