domingo, enero 06, 2008

Estafeta postal

En la mañana del domingo quince de Marzo de mil novecientos sesenta y cuatro, Juan Crisantemo se apersonó en la oficina postal más próxima a su domicilio; es decir, la ya inexistente casilla de Bergovich y Justo, lugar donde actualmente funciona un supermercado regenteado por personas de rasgos marcadamente asiáticos, y dueños de un español cerrado e incomprensible.
Sin dilación, se dirigió a la ventanilla número dos, siendo la única razón de su elección la brevedad de la fila que tras ella se formaba, y no, como se ha dicho después, los ojos verdes de la vendedora de estampillas que en la mencionada ventanilla ejercía su empleo.
Juan Crisantemo distrajo su vista en las volutas y figuras que decoraban el techo de la antigua oficina, no con la idea de recrear su alma, sino en simplemente distraer su mente en el lapso de tiempo que tardaría la fila en llevarlo a la posición correcta para oficiar la transacción monetaria que le proveería de los sellos postales que precisaba.
Cuando esto finalmente ocurrió, Juan crisantemo no tuvo ningún problema en extraer el dinero necesario de su bolsillo para realizar la operación, así como tampoco le pareció mal el precio estipulado para realizar la compra (cada estampilla que adquirió traía impresa la valoración que el estado estipulaba para su compra, cifras que sumadas daban como resultado el mismo precio que la empleada de los ojos verdes le había exigido). Recibió el cambio de manos de la cajera de los ojos verdes, y corroboró que era aritméticamente correcto. Para demostrar su satisfacción y contento con la cifra que sumaban las monedas que recibió, Juan Crisantemo alzó la vista y le sonrió a la cajera. Ella lo miró simpática con esos ojos cuyo iris llevaba una obvia y notoria coloración verdosa, devolviéndole la mirada.

Y ahí él se enamoró.

8 comentarios:

anchubou dijo...

Ahhh (suspiro) las miradas!
definitivamente es el arma no violenta-no nuclear más poderosa que existe... aunque lo de "no violenta" se puede poner en duda...

Al blog privado tengo invitado a amigos y conocidos,no es gran cosa de cualquier modo, el principal es el que tengo abierto a todo público... pero si quieres verlo, tendrías que conocerme un poco primero... Busca mi messenger, está en mi perfil...

Saludos!

Berenizz dijo...

Me encanto la manera en la que transformaste algo tan simple como ir al super en un hecho magico.
Aplausos!!!

Berenizz dijo...

Jaja que rapidez!
Segunda vez que tengo un error de interpretacion... =S mil disculpas.

Lo lindo de enamorarse de las miradas es que sabes que no te van a decepcionar nunca.

Nosotras mismas dijo...

Me encantó tu texto.

Un abrazo

La de Mameluco dijo...

Más allá del final feliz de este relato (bah... en realidad no sabemos como terminó, capaz que la cajera nunca le dió ni cinco -de bolilla, quedó claro que sí le daba monedas- o se casaban y eran terriblemente infieles) me en cantaron las imágenes. En general veo varioas en tus textos pero en este en especial vi casi toda la historia en fotos (si te sirve de dato, las fotos qu pude ver mientras leía eran sepia)

gon... dijo...

Las maravillas de lo que desencadena un “enriquezca su vocabulario”. Más de una vez nos a pasado de enamorarnos de una cajera, vendedora o simplemente de una persona que nos cruzamos en la calle, mas allá de su tinte de ojos, de esa mirada, pura que nos invita a quedarnos en ella.
Brindo por las cajeras y señoritas que nos enamoran en cada monto en la vida cotidiana detrás de un mostrador.

La de Mameluco dijo...

No, señor... la infidelidad no es una virtud bajo ningún punto de vista. Además a Ricardo se le nota que es un tipo fiel... los hijos le nacieron bastante normalitos eh?

Anónimo dijo...

QUÉ lindos los ojos verdes.
si hay algo que me gusta de la gente, son los ojos verdes.
gracias por los consejos, opiniones, críticas constructivas y demás.