Retórica Amorosa

Querida Eulalia:
Antes que nada, quiero disculparme por lo que sé será una carta atropellada y difícil de entender, pero debes saber que estos caracteres que se apuran por salir de mi pluma, y estas manchas que la tinta hace en mi apuro por dejarlas salir, no son sino muestras de la pasión que me embarga. Oh, Eulalia, amada mía, ¡apenas te conozco, pero como no amarte! ¿Cómo no amarte luego de verte bailar tan grácil, sobre la pista? ¿Cómo no detener mi mirada en ti, siendo que te estabas llevando todas las miradas del salón?
Era increíble ver como, ausente y circunspecta como bailabas, eras el centro indiscutido de una improvisada tertulia, que se refrenó solo para verte bailar. Ciertas malas lenguas han dicho que la colección de coloridos motivos que colgaban de tus ropas, e incluso lo insinuante de éstas era lo que llamaba la atención. Pero en la audiencia había muchas señoritas con adornos aún más coloridos, incluso más grandes, y más japoneses. Aunque tu peinado era alto y puntiagudo, y tu collar de tachas era intimidante, había chicas cuyos cabellos y tachas eran aún más llamativas. Y el tatuaje que se elevaba sobre tu bello y sutil cóccix era de los más pequeños –no por esto menos bello- de los tatuajes presentes en la sala.
Entonces, querida: ¿Por qué tanta atención, sino es por la forma en la que una vez tras otra, incesantemente, aparecía la palabra “Perfect” en la pantalla del Pump It Up que habías elegido para demostrar tu arte?
Oh, Eulalia, casi puedo sentir como cada letra es un latido de mi corazón, o un beat rítmico de tus pies sobre el panel de colores.
Eulalia, desde esta tarde sé que no hay una chica alternativa para mí, que no seas tu. Déjate amar.

Ansiando tus pies sobre los paneles de mi corazón.

Ricardito Fuentes